domingo, 9 de agosto de 2009

Cable roto

Era para el mundial pasado, el sujeto habia convertido al futbol en su unica razon para ver television, se preparo como quinceañera se prepara para su fiesta rosada, con anticipacion se aisló del mundo, queriendo asi ver el partido de mas cerca. Esta mal decian, esta enfermo. Se pasaba viendo partidos por television, ni siquera los jugaba, su tono verdoso delataba su ausencia en las canchas. Se sabia todo lo que se sabia en la prensa. Por esas mismas habia caido en la trampa de los realities, que como novedad suplantaban noveleramente a las novelas en esa espoca, eran mediados de los 00´s ( como se llama la decada primera?). No se perdía un capitulo de gran hermano y veia hasta los programas sobre el programa, asi de redundante estaba su vida, poco a poco se alejo del espejo tambien, le daba igual su apariencia, le resbalaba su presencia, la del espejo. Apesar del horror causado en vecinas, su relacion con la pantalla era mucho mas simbiotica que lo que se cree en este comienzo de cuento neurotico. Se sabia sanandose, alejado de algo y acercado a otro. Su ultimo episodio intimo que involucraba seres vivientes lo habia dejado asi, constantemente lo hacia, como perro apaleado, y por eso no salia cuando podia. Su ruta era del trabajo al sillon, a la mesa, al trabajo, al sillon. Era una papa de sillon, si le pusieramos etiquetas anglo, era un couch potatoe. Era muy pasivo lo suyo pero no falto de emociones, deliraba a ratos con el futbol, como todo hincha consumido, consumado. Creia, el y la transmision solamente, muy detalladamente concentrado, serian lo mas cercano a jugar, que era lo que realmente queria. Hasta anduvo abstemio de excesos para hacer relucir su mente, para sentirse mas optimo para recibir todas esas emociones que aunque no eran fruto de su esfuerzo o vagancia, se sentia las merecia, como cualquier otro comun que merecia ese gusto, que a nadie se le negaba, ser hincha de su pais. Malditos europeos, malditos asiaticos, hay que jugar a sus horas en sus mundiales. A el las madrugadas viendo futbol del mudial jugado en asia, en el estado ambiguo entre mal despierto y mal dormido, le habian dejado con ganas de saborerar por doble motivo, casi una decada atras que no se podia sentar a ver como se debe, como la gente, un partido de mundial. La otra razon potente para su desgano de compartir esto con el resto era que se sintio cerca de jugar, siendo esto una locura, un poco mas cerca, y a la vez, se sabia completamente sin posibilidad de hacerlo, su sueño se habia acabado, se unia al resto de la gente futbolera que mira con añoranza de lo que pudo ser, no como los que lo ven con la elevante sensacion de anhelo de lo que podria ser, los niños, los jovenes o los adultos, todos los que aun se ven con posibilidades de llegar a jugar en primera. Su epoca de jugador habia llegado a un fin, asi que se estaba volviendo a enseñar la alegria de ser hincha, de participar desde el otro lado de la linea a veces, desde lejos, desde fuera. A minutos de iniciarse el partido inaugural de su pais le paso lo que no deseó le pase a nadie jamas. Los himnos descendian en el cesped saliendo del pecho de los que habian llegado al estadio desde tan lejos como los miles que los veian alrededor de el planeta, en la señal internacional unificada. Se emocionó y se sintió premiado por vivirlo, no sospechó nunca que casas mas allá, para ser exacto, en una en construccion, a un maestro se le ocurrio abrir la señal para ver el partido, envez de construir la casa. Le hizo un corte perpendicular circunsisante al caucho, interfirio el paso de codigos binarios, de informacion envasada, satelital, rompio el anhelo de ese hincha asi como de otros en el barrio, los dejo sin ver su esperado partido, limon en la llaga, traqueteo de orgullo, paredes golpeantes, ensimismo de arrepentimientos, iras desparrramadas, rezos sin sentido, una tormenta de pensamientos inutiles, esperando una paz que aunque llegue se habria llevado un tiempo irreparable, unos noventa minutos mas o menos. El se sintió como un hincha tan al margen de la historia, ese que entraria a cuentos ambiguos de horror futbolizados acidamente, resolvió por apagar la televisión.

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