miércoles, 24 de abril de 2013

Del Kichwa al Guaraní



¿Como se dice suerte, lluvia, en quichua?               
                                                  ¿Como se dice entrada, gratis, en guaraní?

Fui al estadio a ver al equipo tricolor hace un mes. En verdad, el  equipo vino a jugar a mi barrio. Llegaron de lugares tan lejanos como Kiev, Manchester, tan cercanos como El Oro. Goleamos tanto a Paraguay que grité el odioso ¨si se puede¨  medio que brincando, como guambra, hice hasta la ola. Desde el inicio amenazaba la lluvia con asistir, tenía boleto numerado. El público adquiría un pedazo-poncho de plástico a dos dólares, comía empanadas a uno, chupaba helados, tomaba cebada, compartía anécdotas gratis, disqué peleaba puestos numerados. Vivía, realmente, en alta definición. Era el Atahualpa. Era, martes. Eran las eliminatorias. Era, sábado. Luego de la espera, dos equipos caminando con elegancia protocolar ocuparon la kancha. Mientras, un brasilero árbitro pensaba en portugués, el sorteo por la kancha en español. Ecuador recibía a Paraguay en el Atawallpa, dos mil ochocientos metros de ventaja al cielo carioca, cuarenta mil corazones numerados latiendo acelerado cantaban. La pasión de la reina Pacha y el invasor Huayna Capac daba su nombre guerrero al campo en disputa siglos mas tarde. Juegan el honor de asistir al mundial de fútbol del jogo bonito, Brasil 2014. Supone además ir al futuro, el deporte para todos, al turismo ecológico, el urbanismo postmoderno, al progreso Latinoamericano. Nuestro pueblo de símbolos compartidos cantaba su himno, esa línea abstracta en la mitad de nuestras almas atravesaba el concreto de las gradas por las venas. Brotaba esa identidad compartida entre hermanas y hermanos de páramos, ríos, selvas, senderos, playas, bosques, leyendas, islas, montañas, ciudades encantadas. Esa tierra de campos a colores primarios, climas variados, altitudes descollantes, agrupaba todas las etnias en el rectángulo verde.  Quizás diría Bourdieu, ese capital cultural de la destreza con los pies  lo dominaba, hacía magia e historia de una pelota. Ese capital es del pueblo, que orgulloso en la frente veía radiante a su equipo ganar. Hasta el Pichincha miraba imponente, millares de héroes surgir.  

Algo parecido aunque opuesto también sentí viendo entrenar a Paraguay hace algunos años. Era una     mañana calurosa de esas en Pomasqui, a pocos minutos de la línea imaginaria que limita al sur del norte del planeta, horas antes del encuentro eliminatorio para el mundial de Japón y Corea 2002, antes de la gran hazaña. Reporteros improvisábamos en esa pampa seca, como los pegajosos sauces llorones que rodeaban el ambiente, mientras los  caciques guaraníes planeaban su asalto al Atawallpa. También el solitario árbol en el Casitagua espiaba en la grandiosa luminosidad canicular de noventa grados. Trotaban bromeando, era un día relajado cercano a la batalla.  El entrenamiento ocurría normal y rutinario, cuando algo llamó realmente la atención de algunos de los presentes. Era un  redoble de tambor que poseía el momento creándolo a su ritmo. Eran alegres y marcaban territorio a su manera esos ruidos inentendibles. Reportábamos venían a lo lejos desde esas enormes cabezotas de búfalos, salidas de cuellos como las montañas que nos rodeaban.  Pronosticábamos el choque físico prometedor.  El biotipo fornido del equipo ecuatoriano  era el de la generación del rey Ulises, esos pupilos del General montenegrino Drascovich, que le otorgó el mando al gran Iván, el más técnico, que lideró la gran hazaña.  Sorpresivo y divertido fue escuchar Ayalas, Benítez, y Gamarras, disparar esos sonidos cadenciosos que luego al confundirse con el escándalo de unos pájaros, luchaban por imponerse. Después de varios años llegué a comprenderla. Esa aplastante, súbita, bofetada dialéctica en guaraní de los caciques.  Su lengua ancestral lo confirmaba, tenían su propio pensamiento. Envidié y entendí porqué habían asistido a tantos mundiales y ganado la libertadores varias veces para ese entonces. La sorpresa se volvió admiración, en respeto, incluso lección.  Fue una emboscada a la identidad en el bosque seco de Pomasquí, fue un vuelo de moscas entre elefantes, viajando contra sentido en la homogenización global. Sentí no saber que decir, no tener lengua, ni ideas propias. Pensé confundido, opuesto.  

miércoles, 17 de abril de 2013

Una Apachita entre el sur y el norte




Terminando el congreso de  deporte en Cuba me pidieron pronuncie unas palabras sobre lo que este habría significado para mí. Frente a un auditorio de investigadores y educadores del deporte de los cinco rincones del planeta, bajo los efectos de la emoción, el nervio, el orgullo, el frio del aire acondicionado, más que la razón, hablé lo que latía. Improvisé algo que ya ni recuerdo.  Era uno de esos momentos en el tiempo donde no se puede asimilar nada mas que la adrenalina latente de vivirlo, un momento que no se puede evaluar sin disfrutarlo primero. Si hubiera tenido tiempo habría escrito algo para leerlo con calma, y aunque el ¨era¨ no existe, y no lo hice, aqui como en el deporte, está mi revancha. 

Quisiera poder alterar el tiempo como los cubanos lo han hecho y volver a ese panel para decir algo así:


Buenas tardes ciudadanos del mundo deportivo,


El martes comenzaba luminosamente esta semana, bajo ramas de gigantes Jagüeys, y el sol caribeño infiltrándose entre ellos, hacia el parque donde visitábamos el proyecto deportivo comunitario Por la vida. Apenas empezaba la jornada, y como diría algún trovador cubano, a mí ya se me humedecían los ojos.  Sucedió al conocer el círculo de abuelas. Escucharlas dichosas, cantándole a su cielo azul, orgullosas de su tierra, mientras bailaban sonrientes, una música que sus voces y palmas juntas hacían, me anudaba la garganta de añoranzas. Extrañaba, recordando, a mis hermosas sonrientes abuelas. En esos rostros lindos, llenos de sol, tiempo, como desde niño,  vi ejemplo, resistencia, vi valor, salud. Fue el gran comienzo de un viaje muy presente al pasado, y a perspectivas futuras, a un museo viviente de vida activa y saludable, esa que los humanos llevábamos antes con mas naturaleza, con menos desarrollo. En ese parque también reían escolares, bebés lloraban, embarazadas respiraban. La vida transcurría alegre, en comunidad.

Luego fuimos a un centro infantil preescolar, ahí jugaban los nietos de la generación que ha vivido el antes y el después del socialismo, con sus problemas y defectos, pero con el aire mas puro y la tasa de mortalidad infantil más baja de América.  Compartíamos preguntas y respuestas con los amables y educados guías cubanos del Inder, instituto del Deporte cubano. Preguntó acertadamente la Dra. Marilyn de USA, ¿donde están los niños integrados?. Le respondieron que ellos estaban en un centro especial en otro lugar. Llegaban puntos de vista diversos  de toda la orbe, alrededor del deporte y la educación. Esa misma tarde, la Dra. Nakamura de Japón, de la oficina de alto rendimiento olímpico nipona en Londres, y la profesora Wendy, una educadora especializada en necesidades especiales de Birghminhan, también compartían sus visiones al respecto. Ya en el vigorizante almuerzo multicolor acordábamos en la diversidad de sabores y gustos, en que hay pocas verdades absolutas.  Paseamos en un Cadillac del 50 a diesel, tomamos mojitos en el mismísimo lugar que el viejo Hemingway lo hacia con el mar, en la impresionante Habana vieja. Inundados de turistas cantaban ahí grupos de soneros que todo lo convertían en salsa y baile, desde canciones populares latinoamericanas, como ese axe brasilero de moda que hasta mi sobrina de dos años tararea, o el eterno sigo siendo El Rey mexicano que aman los galanes, que canté con efervescente rebeldía, en las venas mentoladas.  Con dinero y sin dinero, caminamos la tarde completa, por rincones angostos de calles donde niños ahora juegan a ser Messi, donde los edificios y las costumbres se niegan a obedecer calendarios. En la Habana, la dicha de ver más árboles y personas, que publicidades y máquinas, me hizo caminar kilómetros hasta el dolor de plantas y articulaciones entendiendo.

Al segundo día de visitas fuimos a una escuela que lleva el nombre de un prócer boliviano. Nos recibieron una niña y un niño pioneros, del proyecto de liderazgo ciudadano en escuelas. La niña, de padre mexicano, se alegró al escuchar que mi acento era parecido al de ellos. El niño, explicó muy claramente el sistema deportivo de la escuela. Feliz, contó que ahí había tiempo para jugar todos los días.  En las paredes de la escuela se evidenciaba la importancia de José Martí en esta tierra, sus frases igualitarias y progresistas, adelantadas, convirtieron al educador, escritor,  y gran pensador cubano, en uno de los  precursores de las ideas que derrotaron a los tiempos modernos, de la revolución que logró detener el avance despiadado de la industria.  Al final del recorrido, nos encontramos en un vaso de agua muy refrescante, en vasos de vidrio compartidos una y otra vez por generaciones. La pureza del liquido vital daba fe que a veces lo mas simple, lo mas natural, es lo mejor. Gente del deporte de diversas latitudes escuchaba como ese recinto escolar fue el lugar en que sitiaron a las tropas de Batista en el 58, para su posterior exilio y comienzo de esta nueva era.  ¨No era un ejercito, fue gente del pueblo la que luchó y los sacó¨,  comentó un taxista corrigiéndome, cuando le conté mas tarde. Las emociones se volvían históricas, trascendentales, la visita a un país que propone  vivir de otra manera sentía casi como estar en medio de un lúcido sueño. Al día siguiente comenzarían las exposiciones científicas, pero sin antes alargar ese sueño en una noche lluviosa tropical, en las que aparecieron bailarinas y bailarines de ballet flotando en un escenario, contando historias con una fortaleza delicada sincronizada,  en un demostración artística de la belleza humana en movimiento que yo nunca había visto en persona. La conversación había comenzado.

El deporte, la historia, la aldea global, el socialismo, el capitalismo, el nacionalismo, la discriminación, el sedentarismo, temas discutidos de forma académica. Como esos árboles gigantes que vi en un parque camino al primer día de charlas, ofrecían sombras refrescantes de conocimiento. El taxista, hijo de un diplomático fallecido que había trabajado en Quito, contó que su padre había trasladado a los gallos de pelea que le envió Fidel al presidente ecuatoriano Febres Cordero, allá por los ochentas. Luego, esa anécdota fue superada, al relatar que el comandante quedó tan impresionado con una intervención en el palacio de convenciones donde  nos dirigíamos en el 2007, de nuestro actual presidente Rafael Correa, un académico de la economía del desarrollo, que lo mandó a llamar a una reunión personal. Mis revoluciones estaban a mil. Sin embargo, llegando al palacio, en el taxi del hijo del diplomático, me negaron la entrada, por andar en shorts. Igual le pasó en una cafetería lujosa de Viena a mi padre turisteando, para vergüenza,  lamento, y anécdota divertida de mi madre.


Comenzaron las charlas con un saludo motivador de la presidenta. Nos recordaba nuevamente que somos gente del deporte, gente que puede. We are, ¨we can people, como había dicho la noche anterior en la inauguración del congreso en el teatro. Luego, la española representante de Unicef para la región, reportaba que en toda América como en muchos lugares del mundo se juega para vivir mejor. Enfatizaba que el deporte y el juego es un derecho universal de la niñez tan importante como todos,  pero sobre todo, un agente de cambio social, al ser un lenguaje universal.

Rosa de Venezuela, ilustró excelentemente con la Mafalda argentina de Quino,  la importancia de entender y abrazar la diversidad. Además, recordando el discurso de Chico Buorque, el ministro de educación de Brasil, no el cantante, aunque con igual fuerza en sus palabras que la canción construcción  http://www.youtube.com/watch?v=JnOAYO8aOrU, planteaba la contradicción de la inclusión global y la exclusión local.  Me enorgullecí recordando que mi país intenta respetar al medio ambiente otorgándole derechos en la constitución, y que la iniciativa Yasuni itt plantea algo que el aclamado discurso de Buorque incluye, una corresponsabilidad global por el cuidado de la selva del Amazonas, pero un reconocimiento con recursos a las naciones que la preservan.

En la pausa activa las endorfinas bailaron desde cabeza hasta las  cinturas, pasando por hombros, caderas, con música alegre que nos recordaba, ¨ acere¨, estábamos en Cuba,

A continuación, desde Norteamérica nos motivaba la charla sobre el universo de posibilidades en la aldea global conectada, invitándonos a colaborar internacionalmente. Avizoraban desde Australia la inminente llegada de la tecnología a las clases de educación física, y la importancia de entender las particularidades en la investigación de campo. El concepto de garra, resiliencia, o salutogenic como lo han llamado los científicos, de trabajar en potenciar y ver lo bueno que todos los humanos poseemos, llegaba desde noruega pasando por Oceanía, validando mi creencia del deporte como una escuela de vida, en el permanente reto del buen vivir.

Charlas especializadas planteaban diversos temas, desde un estudio a un club de fútbol niñas de origen marroquí en Holanda, hasta la milenaria danza japonesa, y su importancia cultural en la educación física. Mi presentación salió, los presentes jugamos piedra papel o tijera, vivenciando así  la importancia psicosocial del juego.  Al día siguiente, en el foro general, sentí orgullo de ser longo ecuatoriano otra vez, cuando mi compatriota cuencano iniciaba el debate sobre los resultados de tantos años de investigaciones y avances científicos, e intervenciones a comunidades. Lo hizo de una forma frontal, firme, y honesta, puso el dedo en la llaga.  Remató la idea  calmadamente con una elocuencia precisamente clara,  como los trazos elegantes del Pibe Valderrama en la cancha, un académico bogotano.

Aparecían más charlas interesantes, como esa en el almuerzo, con un investigador futbolero de Portugal y su esposa, con los cuales bromeábamos los ecuatorianos orgullosos, nuevamente, recordando les habíamos ganado recientemente en un amistoso de fútbol. Le conté que mi perro se llama Figo. Me contó que José Mourinho tiene como gran soporte en su equipo a científicos de su Facultad, de la escuela de deporte de Oporto. Yo intuía que había mucho sustento detrás de esa arrogancia ganadora de Mourinho, pero no sabía lo científico que era su éxito.

Otra charla interesante fue con el doctor Roger de Canadá, en el bus camino al teatro en la inauguración. Viviendo en Cuba actualmente en su año sabático, y habiendo vivido en Buenos Aires, Santiago, entre otras capitales de nuestra América, él comparte aspectos de la visión latinoamericana progresista. Esa que cuestiona al  desarrollo que nos aleja de la actividad física, mental y de la salud, que acaba con el medio ambiente y la vida en comunidad, nos llena de autos, máquinas, controles remotos, necesidades, e inseguridades, dictadas por el mercado. Esa idea que luego la expuso magistralmente en su presentación, resume lo que dijo recientemente el presidente Mújica de Uruguay en una reunión entre naciones. La idea ancestral de los aimaras, que como contó Mujica, también compartían antiguos pensadores como Séneca, y Epicúreo. Ese gran campesino presidente uruguayo,  que nos recuerda el pensamiento Aymara que ¨No es pobre el que tiene poco, sino el que siempre necesita más para ser feliz. ¨ Roger contaba y demostraba gráficamente que una vida activa es mejor que ir al gimnasio, que tener mas comodidad, mas industria, mas tecnología, no es necesariamente mejor.


La semana rápido paso y sin esperar al tiempo como lo ha hecho la isla. Preguntó alguien el significado de este encuentro e intercambio entre gente del deporte. Quise ver el vaso de vidrio medio lleno, pensar en este congreso como un punto de encuentro y de partida, un lugar para la meditación, para retomar fuerzas, una visión para seguir avanzando, como lo eran las Apachitas en los Andes.

las Apachitas, esos lugares místicos de cambio espacial donde se siente un magnetismo especial por estar ubicados en las alturas, en la cosmovisión de los Inkas, los Kiwchuas, y los Shirys, eran muy importantes. Eran esos lugares de descanso y meditación de los caminantes,  donde divisaban los valles y como un ritual de esperanza depositaban tres piedras recogidas en tres escalones en el piso, representando permiso y tres deseos al entrar a un espacio y un tiempo diferente. El escalón pequeño contendría la piedra con un deseo personal, el siguiente un deseo para la familia, y la mas amplia un deseo para la comunidad. Deseo personalmente seguir el camino armónico del deporte y sus enseñanzas. Deseo,  por esa familia científica y deportiva, siga aportando a la equidad y el desarrollo,  desafiando al tiempo si es necesario. Deseo la comunidad planetaria encuentre un punto medio en el desarrollo, como dice Mujica, respetando la naturaleza, poniendo al mercado en servicio de los humanos y no viceversa.

Y como el tiempo nos ha probado que las buenas prácticas siempre vuelven, debo recordar en este escrito el día de la semana que faltaba, debo vivir ese lunes de abril en el que caminé por la plaza de la revolución, empezando este viaje, desde mi casa temporal habanera, en el barrio del vedado, hasta la ciudad deportiva.  El día que me encontré respirando un aire fresco y nuevo, admirando edificaciones respetuosas con la ciudad y el ambiente, en veredas amplias bajo árboles imponentes. Ese día, mientras descansaba en una sombra el trayecto de dos kms, levanté la mirada  para leer un anuncio de los pocos que habían en las calles. No era uno de esos que te dicen que te falta comprar para ser feliz. No era el del poema que había leído en la cuadra anterior. No era el de una mujer  hecho objeto para promover ventas. Era uno sabio que me recordaba en ese calmo transpirante cansancio desintoxicante lo que dijo aquel doctor argentino que impulso el ajedrez y la liberación de las ideas propias en la isla y todo el continente...

  ¨ La única forma de impulsar las tareas es yendo delante de las tareas, demostrando con el ejemplo como se hacen .. ¨  che guevara


Se que recordaré eso y todo lo que ha significado el congreso, se que pedalearé mi bicicleta en los ríos de autos en mi ciudad moderna arriesgando mi vida,  que me intimidarán con sus bocinazos y me envenenarán con sus escapes, que miraré más árboles perder terreno frente al concreto, pero sé que lo haré,  con ese activismo que es el único que tengo, que me divierte, ayudándole a mi corazón en cada girar de piñones, ejemplificando mi descontento. Trataré sea el ejemplo que me ha dado Cuba. Donde las cosas no se botan fácilmente, se limpian y se usan nuevamente como me enseñan los abuelos.  Donde se valoran las personas ayudando, donde se camina mucho.  Donde el ritmo está en los aplausos, los sabores en los silencios, alegría hasta en los problemas.  Sé que todo esto suena muy soñador para un congreso científico y parece salido de un sueño romántico,  pero así lo siento hoy, y por eso termino invocando palabras de un colega educador en su poesía, como un agradecimiento y reconocimiento a todo lo que el deporte me ha significado en la vida.


Sueño Despierto

Yo sueño con los ojos
Abiertos, y de día
Y noche siempre sueño.
Y sobre las espumas
Del ancho mar revuelto
Y por entre las crespas
Arenas del desierto,
Y del león pujante,
Monarca de mi pecho,
Montado alegremente
Sobre el sumiso cuello,
Un niño que me llama
Flotando siempre veo!

José Martí 








Muchas Gracias