miércoles, 4 de diciembre de 2013

Mejor amigo


Solía irse a volver hasta el día que no. Pensé sintió ya lo ha visto todo en esta vida. Ese día era cualquiera. Llevaba encías usadas, cuerpo maltratado, cara pálida, cabeza confundida, parecía jugador de fútbol en su retiro. No llevaba su nombre el collar que le recordaba tenía hogar. Ese nombre de guerrero y artista que le pusimos cuando mi hermana me preguntó por el mejor jugador del momento. Ese que él no encontraba en su aventura por entender quién era, quién sería. Ese nombre del mejor jugador del año 2000 que le gritaban sus seres queridos buscaba. Ese nombre de estrella que se fue al equipo rival por millones de motivos. Pero él se fue con ese motivo noble pensé, como lo hacen los de su especie para no afectar a la manada. Intuyó alejarse para no complicar más a nadie con sus achaques, buscar un lugar propio donde descansar solitario. Prefería lo recuerden bajo ese auto de cachorro, o saltando en el parque, saludando con emoción a la familia. No con ese ladrar ronco o andar rengo de ahora. Pero volvió. Cuando menos los buscábamos, resignados. Misteriosamente, para recordarnos que lo inexplicable ronda la esquina, que la vida suele pasar en un minuto, que todavía le puedo decir viejo Figo. Ronco, ladró.