lunes, 15 de noviembre de 2010

El Brayan

Las cuarentayochomilytantas personas que abarrotaron el escenario de Ponciano no sabían que el Brayan tenía sueño.
Esa mañana se levantó ojirojo oliendo a cachitos, que había comido sin parar mientras escuchaba las barras de los dos costados atrás de los arcos, que parecian dos emisoras compitiendo, aunque los de la izquierda sonaban mas duro, eran mas y mas jóvenes. Su profesor le habia contado que esa era la barra llamada Muerte Blanca, y que la integraban en su mayoria jòvenes, que gustaban ademas de la música rock y el che Guevara. El rato que el Brayan puso más atención a su oido izquierdo escuchó una melodía conocida, fue la primera que medio se sabía. Era de la canción que le gusta cantar a su mamá y su papá cuando están contentos. En vida, es lo unico que escuchaba el Brayan y se imaginaba que los de la barra le cantaban eso a los jugadores para alegrarles antes del partido. Por el otro lado seguian cantando canciones que el no reconocia, que le parecían extrañas aunque no del todo, no distinguía la letra y a ratos hasta se fijaba en las propagandas de la television gigante que habia en esa parte del estadio. El Brayan había viajado casi dos horas en el trole desde el sur de pie, aplastado contra una ventana, mirando todo lo que había en el norte. Le pareció igualito, pero con mas autos. Durante un rato en la noche se quedó dormido sentado pensando en como salió humo de unas maquinas cuando el equipo salto a la cancha. Se repetía en su cabeza esa canción, la única, que el estadio cantó al unísono. Recordó que terminaba en campeón. Se despertaba cada vez que la cantaban. La última vez que se despertó saltó de emoción, todos festejaban un gol. Brayan se alegró al ver a su hermano tan feliz. Sintió algo raro en la mitad de la frente, un bulto, una sensación entre miedo y aventura, por estar lejos de la casa tan de noche, por haber viajado toda la ruta del trole, por conocer por primera vez un estadio.