sábado, 7 de enero de 2012

Sopa de Zapallo

Cada tantos días, suelo despertar temprano con el uniforme puesto. Imito lo que todos somos en esencia, el niño que quiere jugar. Las estrellas de la camiseta confunden una mañana temprana con una noche espectacular, casi iguales como un almuerzo con sopa de zapallo, si este fuera tu plato favorito en todo el mundo y tuvieras cuatro años para gritarlo a pulmón completo en una cancha.  Igual de temprana que otras mañanas pero no quiero quedarme más sin jugar. Despertar un día con mi padre en la misma cancha no tiene igual. Ser compañeros no tiene igual. Cada ciertos días a muchos niños les pasa esto en nuestra ciudad, en una cancha donde se juntan los hombres y los niños a intercambiar papeles por unos instantes prestados, gracias al placer de correr, patear, gritar, saltar, celebrar, llorar, caerse y volverse a levantar. Así es un día como hoy, otro sábado de fútbol, como él de ese gran libro, como ese que se va perdiendo con el tiempo, de comidas favoritas, de paseos en familia.