miércoles, 14 de diciembre de 2016

La viveza criolla

Soy un imbécil quizás piensa el jugador que pasará a la historia del fútbol mundial como el sancionado tecnológicamente, responsable de la eliminación de su equipo, sorpresiva, frente a los japoneses, a los reyes de la tecnología. Los reyes de la trampa, la viveza, el cancherismo, la astucia que creemos tenemos los latinos. Esto se aplica para italianos y rumanos tanto como para nosotros, sudakas.

Esta regla la impone la vida moderna, los contratos de fifa millonarios, la mass media, pero también nuestra vieja maña, nuestro tropezar con la misma piedra, nuestra imbecilidad. En la jugada en cuestión, el hábil japonés arremete contra el colombiano de forma licita más no ética, le mete un cuerpeo desafiante y poco amigable, la cámara transmite todo esto al globo terráqueo pero sanciona la reacción del colombiano. Como si fuera un reflejo y no algo que razona saca sus dientes como cachorro, filudos, los roza en el tobillo nipón que había ya ganado la posición con el empujoncito inocente.

La vida una vez más llega al fútbol, y así como los videos han inculpado politicos, deportistas, o, artistas, las fotomultas también han agobiado al ciudadano común. Imagino un capítulo adicional de Orwell en 1984 en el que relate sobre estas cámaras portátiles y de alta definición que andan contándole todo al gran hermano, al sancionador, al que controla nuestra moral.


jueves, 3 de noviembre de 2016

Harta Pelota

Es imposible no quererlos tanto. Su respiración con el latido sigiloso, parecería que siempre miran por primera vez, unas pupilas como agujeros negros, como la piel de la galaxia. Es una ridiculez amarlos, pero son un universo cada uno.

Recordé anoche con una historia relatada en la oscuridad como se despidió de mi el finado que recordaba. Era mi sangre, como me dijo ese borracho que me pidió plata en el centro comercial el otro día sin que yo sepa exactamente quien era. Pero todos somos nuestra sangre, corremos en las venas de la existencia roja, el mismo color de la sangre de un jabalí, un pájaro, o el mejor amigo domesticado. Se encontraba este mismo, precisamente fuera de mi casa, con sus cejas parecidas a mi difunto, al lejano primo hijo de la hermana mayor de mi madre, no les conté a los caminantes. Estábamos en la caminata cuando les contaba, se fue de este mundo temprano y con algo de apuro, pero lo disfrutó como esas vidas que tienen los cachorros, tan del momento, tan alegres. El cachorro se duerme después del juego y es un ciclo que se cumple, en su sueño está vivo como seguro esta mi primo en su sueño celestial. En esa ocasión, el perro que encontré fuera de mi casa al día siguiente de la muerte de mi primo, que se cayó en un avión en las montañas, pudo ser el mismo despidiéndose desde esas cejas desordenadas y pobladas como las de sus abuelos, con esas pupilas negras que parecía veían tu interior, cuando en efecto si lo hacían.

Recuerdo a mis difuntos como amigos, mejor aún, amigos en estado puro, esos que juegan, que se divierten con una pelota, con hartas, que se jactan de la belleza del desorden, del orden de las cosas caóticas en la vida aburrida, esas que revolucionan un día un pensamiento, como cuando miras a la muerte con un respeto diferente, con una conversación en la madrugada de esas sinceras con la belleza, con la de existir y no, con la de ser y poseer, con la que nos topamos dando vueltas por nuestros barrios de la infancia, en la mente o en los pies que buscan caminar, encuentran senderos y personas para llenarlos, animales que nos recuerdan que no somos el centro de esta historia, que se comparte con un infinito de cosas que no sabemos, como esas despedidas o encuentros con los seres queridos que se han ido, que regresan.

martes, 4 de octubre de 2016

Cuerpos que hablan

Quizás soy lo peor, como dice Baldeón: soy el peor, soy el peor. Esa es mi motivación real, leí El sendero del perdedor de Bukowski como quién lee un evangelio. Me la creí, pero como todo, en parte. Y como en esa absurda historia de un tipo muy moderno, el borracho desgraciado sin vida un día, va a jugar futbolín con unos pendejos chicos, y de pronto, lo único que quiere es ganar. Debo confesarlo, ganar, tanto lo quiero como un niño, por eso prefiero muchas veces ni jugar.


El día jueves vienen a mi barrio otra vez jóvenes astros multimillonarios salidos de barrios llenos de niños que sueñan tener un Lamborghini gracias al fútbol. Once estúpidos correrán como bobos tras el elemento geométrico más perfecto de la actualidad: la pelota de fútbol. Cualquier punto de la esférica es su centro, así de democrática y generosa es la figura que imita un globo terráqueo. Este mundo que nos tocó vivir te pregunta cuantas veces ganaste, no si querías hacerlo o no.

Ganamos muchas, perdimos pocas, veces, en la altitud cercana a los 3 mil metros que tiene mi barrio, el estadio Atahualpa. Se ahogaron brasileros, chilenos, argentinos, uruguayos, paraguayos, entre otros que experimentaron ese sol que doblega pinturas de autos no va a doblegar turistas del sur. El Pichincha es la mole que observan al levantar su mirada al todopoderoso pidiendo oxígeno. Así lo relataba un genial microcuento quiteño.


Prefiero no jugar, parece decir el deté ecuatoriano argentino. Sus cejas pobladas se tupen en el ceño cuando recalca que la altura ya no es una ventaja. La prensa quiteña y la guayaquileña entran en una disputa de hermanos por la herencia, sí, la de luchito. La sede de la selección es la verdadera capital de la república futbolera bananera ecuatoriana. Hubo que pasar muchos años y mañas para que la cuna del deporte ceda la sede.


En medio de una pelea intra familiar enfrentamos el jueves a los primos chilenos, que con sus lios nos visitan y ambos querremos mostrar la mejor cara, no mostrar la hilacha como dicen en Chile, no ser mal chumado, peor mal sobrio, como me dicen en quito, la capital pelotera de la republica chocolatera del ecuagol, donde nos parece que todo pasa, pasó, y pasará.







domingo, 25 de septiembre de 2016

Mundo deportivo

Hace ya unos cuantos campeonatos mundiales estaba mi yo de trece años sentado esperando al orador de turno en la avenida amazonas en la sede de Liga. Cerca de seis campeones mundiales después, sigo buscando descifrar los consejos que el maestro Carlitos Efraín Machado, a una centena de aspirantes a futbolistas infanto juveniles nos dejó. 

Me había olvidado de esta charla pero volvió a mí cuando el loco Baldeón, heredero del cariño popular de don Carlitos, puso un tango que repicó en mis entrañas y despertó a parte de ese niño amante del fútbol que la cultura y los años han acallado. Pensé en que ese tango también lo había escuchado en la sala de mi abuelo Guillermo alguna vez, así como sus mejores consejos, los de los niños que ya han dormido y volvieron a despertar en sus años dorados para enseñarnos tanto, si les permitimos. 

El loquito baldi, como le dicen con cariño los radioescuchas, ha adoptado una política similar a Woody Allen, ¨si vas a copiar, copia del mejor.¨  Baldeón le ha copiado la música y el cariño con el pueblo a don Carlitos Efrain, también ese patriotismo demostrado en su orgullo al no esconder su identidad, sino enorgullecerse de la misma. En una época en que se nos caen los referentes todos los días, el hombre ya caido, el que reconoce sus errores y sus tinieblas, pero se ríe ante la vida dura que le tocó, es nuestro gurú. Quizás a baldi le convenga copiarle transmitir estos tres consejos que en una charla dio Carlitos Efrain a un poco de cauchitos de la Liga a principios de los noventa:

Está abarrotado el salón donde nos han convocado con nuestra camiseta de presentación roja que vestimos orgullosos a todos lados. Yo conozco al orador de la charla por mi padre, que todos los domingos escucha el programa de radio donde llama la gente y participa en cuanto sabe usted de fútbol. Carlitos nos dice que el cree que los futbolistas deben aprender entre otras cosas a expresarse. Mi amigo el Pablo quiere ser futbolista y es tan dedicado que en su casa tiene anotado en un papel lo que diria en una entrevista, y a veces lo repasa. Carlitos Efraín pregunta al auditorio de carasucias que si sabemos que significa la palabra ¨Croque.¨   Ante la pregunta nos quedamos mudos al principio, esperando que la charla, como muchas, no involucre que nosotros hablemos, sino escuchemos. Pero Carlitos nos hace pensar, nos provoca diciendo croque vamos a ganar, croque jugamos un buen partido, ya en un acento costeño futbolero. La primera lección de la noche es pensar en saber expresarse bien, para comunicarse entre compañeros, con el entrenador, y quién quita un día en la televisión. Creo que, no es necesario decirlo indica Carlitos Efraín Machado, que con su tono de voz y su carisma tenía a los asistentes hipnotizados, como si supiéramos que estamos frente a una leyenda de la cual escucharemos el resto de nuestras conversaciones futboleras. Carlitos nos cuenta luego con pena que en una reunión entre periodistas en un sudamericano él les dijo que para morirse tranquilo tenia que verle a Ecuador en un Mundial, y le respondieron, unos brasileros, que entonces el nunca moriría. Carlitos dijo eso no puede ser, y su generación va a cambiar esto, porque tienen todo guambras, todo para ser igual o más que cualquiera. Tenemos que saber hablar, leer libros para esto, el periódico, enterarse de otras cosas, no sólo de la pelota. El segundo consejo se refiere a la audacia, porque si uno no le pega al arco jamás hará un gol. Para esto nos contó la historia de un pobre que se ganó un pasaje en un crucero, pero que no llevó comida y pasó hambre, hasta que el último día se atrevió a preguntar y se enteró que el crucero incluía todas las comidas. Nos puso a pensar don Carlitos con esa voz que habíamos escuchado tantas veces en radio en persona, es uno de los privilegios de ser jugador de la liga, de tener ese orgullo infantil grande. La charla la finalizó con otro gran consejo, nos contó de otro tipo que un día siete se levanto a las siete, desayunó siete minutos y tomó el colectivo siete. Llegó al hipódromo el tipo y compró siete boletos apostando al caballo número siete. Y que creen que pasó dijo Carlitos, y nosotros que ganó, que el siete era su número de suerte, pues sí, dijo Carlitos, por eso el caballo llegó séptimo.


La charla terminó con un fuerte aplauso y una centena de soñadores motivados hasta el fin. Ese final fue el estar en el mundo del deporte, que en ese entonces era el fútbol, nuestro mundo. Ese mundo de Machado marcado por una nostalgia como la de un tango, de un fútbol pobre en resultados pero rico en tradición y pasiones, ese que aglutinaba familias, barrios, ese que cuando esa generación de niños que Carlitos inspiró creció unió a un País en la primera clasificación al Mundial. Carlitos pudo vivir dos mundiales con Ecuador antes de morir en el 2011, antes de quedarse para siempre en el recuerdo de un inmenso puñado de niños que a través del deporte siguen soñando trabajar con sentido nacional.  














sábado, 17 de septiembre de 2016

Un hecho aislado

El tin delgado tartamudeó en la asamblea y el tin Angulo dio positivo en doping. Antonio Valencia es tan titular del Manchester de Mourinho que este viajó a Lima a verlo jugar. Enner Valencia acaba de debutar en el club de Liverpool de donde salio Rooney, el Everton, el verdadero equipo por el que torcían los escarbajos, jhon, pol, esos manes. En fin, son hechos aislados, según la visión derrotista maniqueista y acomplejada de cierta periodismo deportivo que vive de sentir asco. Es un amarillismo que parece hasta rosa.


El fútbol ecuatoriano ya no produce solo futbolistas sino Ministros y Asambleistas de la Patria, no por correr como mudos tras un balón, sino por lo que implica el fútbol, quizás hasta mas importante, lo que no tiene que ver con el balón manchado. Ese juego que utiliza la modernidad para vendernos todo y comprar hasta el alma del diablo, ya no es un juego hace rato. Aqui se profesionalizó y no se escucharon más de escapadas por parte de jugadores, para eso estaban los dirigentes que se ganaban su vacación en un sistema de recompensas por andar de metidos en todas las reuniones por deporte. Por el amor al deporte ya no baila nadie, como mejor lo dijo un jugador nuestro, no moni, no plei.

El tin angulo es un caso 2.0.  Este guambra es un milleniall que nació en una era de ganadores. No como el otro tin, que fue odiado a sus cortos 17 años cuando en un sudamericano en brasil se comía goles increíbles frente al arco.  Este tin tiene 21 años y es producto de un proceso de profesionalización y producción de jugadores de exportación. Con la administración de un comerciante judío se plasmó un cúmulo de experiencias previas que llevaron a este país a vender un goleador juvenil porque su desempeño lo llevó a la cima de América en la copa libertadores. El tin Angulo les hizo el partido a River y a Boca de Argentina, fue tan letal cuando tuvo que serlo. Quizás estaba jaladazo, quien sabe, quien sabe si es ventaja o no, que sabrá esa cabeza del tin que no sabemos nosotros.  La vida de muchos de estos futbolistas es una película de Cordero, un drama que el fútbol podría convertirlo todo en un sueño despierto.


El León de la premier pone la mira y muerde. Antonio Valencia es un jugador tan correcto que aun no se lo devora la liga más competitiva del mundo, donde para jugar debes ser seleccionado de tu país si no eres de la comunidad europea, donde llegan únicamente los mejores del mundo.  Enner debutó en el partido 600 de su nuevo compañero, Garret Barry, un cinco zurdo con visión de diez, un jugadorazo como Giggs o Lampard, los únicos otros tres jugadores con 600 o más partidos en la premier. Valencia llega sin marcar en los últimos veinte partidos para su anterior equipo, es decir, como en la vida para algunos, para los delanteros, si no la metes, por más que todo este bien nada está bien. Jugar bien no le basta jamás a un delantero para quedarse en un equipo. Enner Valencia está al otro extremo de Antonio, el que derrocha regularidad y sostenimiento, una carrera excepcional en el equipo más grande del mundo para muchos, el gran Man U, ganándose el puesto cada año. Un jugador que llegó a Europa cuando el tin Angulo aprendía a drogarse en su barrio y el tin Delgado nos llevaba por primera vez a un Mundial.


Pero lo del independiente no cuenta mucho, es un hecho aislado, no se relaciona en nada, somos un fútbol malo, malísimo, nos creemos más de lo que somos, lo de Liga no fue tan importante porque ganamos en la altura esos cuatro títulos, todos, internacionales. En fin, lo curioso es como este fútbol mediocre logra que proliferen tanto periodista deportivo, radio, canal, entre otros medios especializados, mientras que otros deportes son huérfanos de cobertura, este que les da de comer y muerden, cuando escupen para arriba y parecería sin saberlo, como es que los engendra tanto.

sábado, 27 de agosto de 2016

Los mongolitos folladores

Odio el fútbol. Me siento como el niño quiteño del cuento de Raul Perez Torres que empeñó el cuadro de la última cena por la crisis y luego perdió el dinero por andar pateando una pelota, huyó al oriente para no enfrentar el problema. Ese relato que lo adaptó el chileno Andres Wood en la película historias de fútbol tiene lo más importante de la historia, la tristeza de la derrota, la huida del lugar de los hechos, el escape de uno mismo.

Estaba en cuenca huyendo de mi mismo esta noche presto a comer frente al rio pensando que esta ciudad es mucho más linda que la del cuento original, en la que el niño que jugaba en el sector de la avenida América, donde surgió el club América de la segunda de quito, cuando pensamientos de nostalgia me invadieron como agua invadiendo cuencas. Quizás sentarse frente a un rio nos recuerda lo pasajero que es todo, uno, nada. Mañana no estaremos aquí, no sé que pensarán en mil años los que puedan leer esto, que no es una queja a mi ciudad ni al fútbol, es sólo el instante en que he comprendido que el fútbol es una mierda a veces, muchas, como mi ciudad, como la vida pasajera, como las ratas que salen a caminar en el rio cerca del puente roto en las noches, cuando los humanos ya no están para asustarlas asqueados.

Quizás anoche viendo la nueva película de Cordero sobre las invasiones en Guayaquil entendí algo de esto, de las ciudades y las miserias, de los ratones que salimos en la noche cuando no hay tantos humanos para ver si pescamos algo para comer, para ser comidos.

Odio el fútbol estos días porque se que al igual que esas ciudades grandes atestadas de gente, es un deporte saturado de ambiciones, donde todos quieren estar para sacar la mejor tajada, donde quizás todos en algún momento somos rateros, un deporte que te enseña que los vivos fingen faltas o hacen trampa. Ganar o morir es la premisa del deporte de élite, el que mueve millones, el que acapara recursos y talento.

La banda punkera de los mongolitos folladores canta algo sobre el fútbol junto al río,  me acordé de la película que cuenta las miserias del gran ciudad, de los vendedores de polvo en las calles, de los jugadores que han salido de esas miserias, que han ido a las ciudades grandes a buscar el sueño, la gloria, el dinero, la fama, la droga, o quizás donde la droga los ha encontrado a ellos soñando huir  de su realidad.





jueves, 28 de abril de 2016

Wabi Sabi

Apenas me dijo su nombre se me olvidó. Lo juro fue instantáneo, como un café en agua, se disolvió como todo en algún momento. Un eterno retorno a lo parecido como lo había escuchado a Zaratustra decir en un libro para superhombres, como el tatuaje que gritaba eterno presente en su hombro en hebreo. Azul estaba mirando el cielo, parecido a sus ojos, cuando se le cayó un chal al piso mientras la miraba irse caminando. Ese tejido se fue desplomando con pereza de a poco, era una imagen de edificio construido corruptamente en temblor,  uno de esos relatos apabullantes simples de Murakami sobre desgracias que podrían ser las nuestras, ya pensaba demasiado.

Así estamos, emocionados, conmocionados, confundidos, viendo desplomarse las cosas hechas a medias, pero con nuevas esperanzas. En el fútbol también lo nuevo, el club Independiente, el más joven de la copa, es nuestra carta. Un equipo con muchos jugadores de esas zonas afectadas con el terremoto, de pueblos olvidados, que salen a jugar a la ciudad por hacer justicia social en la cancha, para gritar un gol que nos ayude a olvidar.

Recuerdo las sonrisas de su juventud, en esos momentos que logró aquietar su presencia, ese eterno presente, transcurrir más lento e importante, definitivo, como cuando se mueve la tierra desafiando al reloj para remover nuestras entrañas, nuestra percepción de segundos a veces eternos, para cerrar una puerta y otra abrir. Algo bonito surge en medio del caos de la cabeza, una foto de Ana o María, una familia recibiendo gente afortunada que los ayuda, bomberos globales, voluntarios locales, una desigualdad puesta frente a frente, una inolvidable amistad pasajera.

El club Independiente donará la taquilla de su partido de copa para proyectos en la zona del temblor. Esto creo que es el Wabi Sabi, tratar de entender esta belleza que a veces no recordamos, no captamos, que no es perfecta, como un encuentro romántico callejero con alguien que jamás volverás a ser, como el cariño a tu equipo en decadencia, como el corazón cuarteado de un superhombre en la cancha, en la casa, como el eterno retorno a lo imperfecto, al camino.







martes, 19 de enero de 2016

Deportivo Tapita



Al parecer tendremos este año un nuevo torneo nacional con estrellas y mulas de carga, con deportivos tapitas tuneados y gladiadores en decadencia.  La prensa carroñera ya salivó en lo malo, lo mediocre, lo poco europeo de nuestro fútbol. Más sin embargo, como diría elegantemente el Elegante, la Tri es puntera, la Liga está acicalada, el Barcelona más pueblo que nunca, y el Club Millonario más billeteado que guayaco en Buenos aires. Esto hace querer ver nuestro campeonato, comer la comidita de casa con gusto.

Los hinchas se parecen a sus equipos, y como diría el coach del curso de mejoramiento organizacional, en cada grupo hay estrellas, mulas de cargas, pesos muertos, y niños problemas.
Los niños problema del torneo se fueron a la casa de la Berta, por administrar mal la cooperativa, la panaderia, la academia de belleza. Resultaron malos para manejar el éxito, sufrir es su destino al parecer, por eso lo de dos corazones, aunque tienen potencial.

Los pesos muertos son esos equipos que disfrutan de existir en la intrascendencia, esos que no tienen potencial y más que nada están ahi ocupando un espacio hasta que el tiempo los haga jubilarse o encuentren un lugar diferente más adecuado para ellos, la casa de la Berta, la segunda división, otra ciudad, otra dirigencia. Este año el soldado vuelve a enrolarse en busca de glorias pasadas, en una realidad de lo público y el nacionalismo diferente, su desafío es convivir con su gloria y estructuración de jerarquías marciales sententera y ochentera en el nuevo mundo digital.

Las mulas de carga trabajan dia y noche, llegan a varias finales sin ganarlas, dia y noche, hasta ser tricampeones, remodelar su estadio, vestirse de alemanes, entrenar como argentinos, volverse millonarios de buen toque. Este año como no querer ver ese ballet moderno, base y molde de la selección puntera en las eliminatorias suramericanas.

Añoro con anticipación las veces que escucharé por radio un partido mediocre desde Machala o Manta mirando perdiendo tiempo un sábado, o cuando vea las declaraciones del doctor Chango en internet,  o escuche las burlas del loco Baldeón al Nacho.

¿Y las estrellas? Las estrellas son cuatro, o quince, o una, depende quien las mire, pero en esta mi tierra linda el cielo es estrellado en casi todas partes, en el astillero o en Pomasqui.  El guatón parrillero sabe de fútbol, carne, verso y poesía, de vino y rabonas, jugó en argentina y en el Milán: Los hinchas querrán probar su sazón.

El ídolo del pueblo tiene a un hombre de pueblo por primera vez como presidente, un ex futbolista, uno de los que cambió el fútbol ecuatoriano en la cancha, lejos de los problemas millonarios de oficina. Las manos del Ecuador ahora es el futuro del fútbol, ese donde el paso adelante de calidad dirigencial y periodístico aún es deuda.