sábado, 27 de agosto de 2016

Los mongolitos folladores

Odio el fútbol. Me siento como el niño quiteño del cuento de Raul Perez Torres que empeñó el cuadro de la última cena por la crisis y luego perdió el dinero por andar pateando una pelota, huyó al oriente para no enfrentar el problema. Ese relato que lo adaptó el chileno Andres Wood en la película historias de fútbol tiene lo más importante de la historia, la tristeza de la derrota, la huida del lugar de los hechos, el escape de uno mismo.

Estaba en cuenca huyendo de mi mismo esta noche presto a comer frente al rio pensando que esta ciudad es mucho más linda que la del cuento original, en la que el niño que jugaba en el sector de la avenida América, donde surgió el club América de la segunda de quito, cuando pensamientos de nostalgia me invadieron como agua invadiendo cuencas. Quizás sentarse frente a un rio nos recuerda lo pasajero que es todo, uno, nada. Mañana no estaremos aquí, no sé que pensarán en mil años los que puedan leer esto, que no es una queja a mi ciudad ni al fútbol, es sólo el instante en que he comprendido que el fútbol es una mierda a veces, muchas, como mi ciudad, como la vida pasajera, como las ratas que salen a caminar en el rio cerca del puente roto en las noches, cuando los humanos ya no están para asustarlas asqueados.

Quizás anoche viendo la nueva película de Cordero sobre las invasiones en Guayaquil entendí algo de esto, de las ciudades y las miserias, de los ratones que salimos en la noche cuando no hay tantos humanos para ver si pescamos algo para comer, para ser comidos.

Odio el fútbol estos días porque se que al igual que esas ciudades grandes atestadas de gente, es un deporte saturado de ambiciones, donde todos quieren estar para sacar la mejor tajada, donde quizás todos en algún momento somos rateros, un deporte que te enseña que los vivos fingen faltas o hacen trampa. Ganar o morir es la premisa del deporte de élite, el que mueve millones, el que acapara recursos y talento.

La banda punkera de los mongolitos folladores canta algo sobre el fútbol junto al río,  me acordé de la película que cuenta las miserias del gran ciudad, de los vendedores de polvo en las calles, de los jugadores que han salido de esas miserias, que han ido a las ciudades grandes a buscar el sueño, la gloria, el dinero, la fama, la droga, o quizás donde la droga los ha encontrado a ellos soñando huir  de su realidad.