miércoles, 16 de octubre de 2013

El número once

El once no descansa en paz porque ni la felicidad alcanza. Se ha equivocado la publicidad otra vez. Ya lo dijo el bolillo antes de la felicidad. Observación obvia, aburrida para los intelectuales: el deporte nacional acá es darle palo al que está arriba.   Pero no fue solo esa boca del bolillo lo que nos dio un pedazo de la torta en la fiesta grande. Esa boca trajo el verso necesario para creer en nosotros, pero también tragó canciones, balazeras, entre otras pasiones extremas alrededor de este simple juego de pobres. Capitalizó 70 años de proceso diciendo las cosas claras. Nos llamó por el primer nombre, ofreció papel higiénico cuando lo necesitábamos. Su estilo gerencial fue hablar como obrero.

Sabemos que no fuimos al primer mundial en 1930 por falta de fondos para el viaje, por ser pobres. Y aunque ahora vamos por lo mismo, queda claro que desear no es suficiente. El once supo y sabe que antes de la motivación llegó el proceso de profesionalización desde los Balcanes. Vivió de cerca como hijo de una gloria del fútbol local sin mayores logros esa etapa donde jugábamos lindo pero no ganábamos. Su padre, fue el primero en cruzar el charco para jugar en el Jerez de La Frontera en España, y le hizo un gol a Uruguay en 1989 en la Copa América de Brasil que nos trajo al futuro rico. 



LLegó futuro mejor, se fue el pasado nostálgico, ese pasado en el que en 1965 estuvimos cerca de llegar a Inglaterra 1966, en el que tuvimos al mejor goleador del continente haciendo goles para los uruguayos, en el que nos robaron partidos importantes como finales de copas. Esa selección de jugadores como Benitez, silvestres jugadores de fines de los ochenta, se impuso a disputas regionales absurdas, a su lucha interna por ser profesional a tiempo completo, por demostrarle al país que ser pelotero no es ser vago infame  fumón y desgraciado. Así lo demandaba la mano fuerte de Dusan. Dicen, a la mala entendemos. 

Dusan es Drascovich, formador balcanico de jugadores que llegó en épocas que traíamos israelitas expertos en defensa, sabía de guerras entre hermanos y de biomecánica. Pisó este suelo fértil con una cinta métrica mágica, con unas palabrotas de aliento en la boca. No supo de regiones ni colores, se fundamento como buen científico en las valencias físicas.  El planeta fútbol entero había puesto ojos en la Yugoslavia de los ochenta fue campeona mundial juvenil y predecía el fútbol híbrido futurista de técnica latina combinado con fuerza de la ciencia, exportaba soñadores técnicos y le llamaban la brasil europea. El Dt montenegrino cuando llegó a Ecuador puso a correr(trabajar) al talentoso Aguinaga y al más técnico cerca de su arco,  a un Ivan Hurtado de 16 años.  Se ordenó de atrás hacia adelante con obreros, al goleador Byron Tenorio también lo volvió defensa para asegurar el juego aéreo, retrasó al delantero del momento, el frentón Muñoz.  Valoró el aspecto físico, implantó la polifuncionlidad, trabajó en la formación de goleros y reforzó el aspecto mental de jugadores como un Agustin Delgado, joven delantero que recién cuajó una década más tarde con una inolvidable camada que hasta fue tildada de extraterrestres, con Kaviedes .

Ayer frente a Chile en las eliminatorias a Brasil 2014 ganamos perdiendo.  Es verdad,  la maldita bendita pelota es caprichosa como la vida, el marcador siempre es algo subjetivo al final, así como ninguna cifra relata una vida. Lo aritmético de este deporte puede explicar quién ganó pero no realmente porqué.  Hay algo mas importante que ganar y es querer ganar, pero nos demoramos casi un siglo en encontrar como hacerlo.
Algunos de este equipo nacieron cuando la formula ya existía y volverán a un Brasil que los vio campeones Panamericanos juveniles y de clubes en este futuro mejor pero no tan distinto. Clasificamos por goles no recibidos, anotando menos pero ahorrando mas, revolviendo la formula original de Dusan. Sin embargo, como la publicidad indica y desea, creemos que estamos en crisis y aún queremos mas y mas. Por eso romántica la formula matemática que nuestro fútbol practica con Rueda. Hay un equilibrio en el deber y haber, una forma de alcanzar la felicidad abrazando la realidad propia, adquiriendo poco pero cuidando y valorando mucho lo que se tiene. 

Y aunque la memoria colectiva es ingrata con los defensas, y casi solo los técnicos los valoran como a los goleadores, el chucho sabía que sus goles no valían nada sin esos compañeros, sabia de grandes glorias como Holguer Quiñonez, Wilson Armas, Wilson Macias, Dannes Coronel, Urli Canga, Andrés Nazareno, Carlos Ron, Fausto Carrera, Pablo Marín, entre otros.  Por eso les daba felicidad, los ponía a todos del mismo lado a bailar  y seguro lo extrañan tanto por eso como por sus goles.   

Su consuelo será vernos en Brasil otra vez deseando más, sabiendo que él ya está en ese lado del que no sabemos nada pero todos vamos, sin importar esos números que ahora nos representan.El once no descansa en paz porque ya nada alcanza.


http://www.youtube.com/watch?v=teiPGy2byI0