martes, 4 de octubre de 2016

Cuerpos que hablan

Quizás soy lo peor, como dice Baldeón: soy el peor, soy el peor. Esa es mi motivación real, leí El sendero del perdedor de Bukowski como quién lee un evangelio. Me la creí, pero como todo, en parte. Y como en esa absurda historia de un tipo muy moderno, el borracho desgraciado sin vida un día, va a jugar futbolín con unos pendejos chicos, y de pronto, lo único que quiere es ganar. Debo confesarlo, ganar, tanto lo quiero como un niño, por eso prefiero muchas veces ni jugar.


El día jueves vienen a mi barrio otra vez jóvenes astros multimillonarios salidos de barrios llenos de niños que sueñan tener un Lamborghini gracias al fútbol. Once estúpidos correrán como bobos tras el elemento geométrico más perfecto de la actualidad: la pelota de fútbol. Cualquier punto de la esférica es su centro, así de democrática y generosa es la figura que imita un globo terráqueo. Este mundo que nos tocó vivir te pregunta cuantas veces ganaste, no si querías hacerlo o no.

Ganamos muchas, perdimos pocas, veces, en la altitud cercana a los 3 mil metros que tiene mi barrio, el estadio Atahualpa. Se ahogaron brasileros, chilenos, argentinos, uruguayos, paraguayos, entre otros que experimentaron ese sol que doblega pinturas de autos no va a doblegar turistas del sur. El Pichincha es la mole que observan al levantar su mirada al todopoderoso pidiendo oxígeno. Así lo relataba un genial microcuento quiteño.


Prefiero no jugar, parece decir el deté ecuatoriano argentino. Sus cejas pobladas se tupen en el ceño cuando recalca que la altura ya no es una ventaja. La prensa quiteña y la guayaquileña entran en una disputa de hermanos por la herencia, sí, la de luchito. La sede de la selección es la verdadera capital de la república futbolera bananera ecuatoriana. Hubo que pasar muchos años y mañas para que la cuna del deporte ceda la sede.


En medio de una pelea intra familiar enfrentamos el jueves a los primos chilenos, que con sus lios nos visitan y ambos querremos mostrar la mejor cara, no mostrar la hilacha como dicen en Chile, no ser mal chumado, peor mal sobrio, como me dicen en quito, la capital pelotera de la republica chocolatera del ecuagol, donde nos parece que todo pasa, pasó, y pasará.