lunes, 4 de abril de 2011

Dos ídolos

Dicen que un día lo querían en Milán, pero otro ni en Quito. Después de una astronómica carrera su despedida del futbol fue áspera y sin tildes, un Atahualpa gris llovido, estilado con nostalgia y poca gente en las gradas. Fue el primer migrante célebre que nos cambió por una vida mejor, lejana, a veces ingrata. Volvío y no jugó en su equipo, sino en el archirival, fue dejado de lado de la selección un dia, aunque el quizo dejarla primero, en una rueda de prensa que pocos entendimos.

Juan Villoro dice del guero, ¨un gladiador cansado que respira con la boca abierta, arrastró a los suyos a un título en el que ya nadie creía. Los necaxistas no hemos necesitado ver la iglesia sumergida en la presa para creer en ella. En los días de milagro ahi suenan las campanas.¨

Dicen que fue el mejor en las primeras pruebas físicas realizadas en el futbol profesional, alla en época de Dusan Drascovich, cuando el biotipo del futbolista se europeizaba, se convertían en atletas a tiempo completo, como lo hizo el en México.

Entró en la historia de nuestro fútbol entre otras cosas porque levanto un balón que terminó en gol de Kaviedes, que terminó medio siglo de fracasos.

Dicen que como entrenador debuto en Barcelona con mística, con juveniles osados en la cancha, como él lo fue, con volantes que corren todas las pelotas, mantienen la calma, muestran profesionalismo, y que ganaron con esa cosa invisible que le llaman mística, que es una mezcla entre suerte, talento, trabajo y drama.

Dicen que tiene con que hacer a la historia repetirse, pero mas que un vaticinio merece un reconocimiento en vida, una reconciliación con la hinchada