lunes, 13 de abril de 2015

Era futbolero

Era casi una obligación de quienes leímos ¨fútbol a sol y sombra¨ ir hoy al estadio. Galeano, Eduardo, su autor, volvió muchas veces hoy después de su fallecimiento a vivir, en nuestras bocas, en sus palabras futboleras eternas.

Era un lunes de esos raros hoy, donde el fin de semana aún no te deja libre, se mete en el estómago y en la cabeza, en esa sensación de exceso, de falta de descanso. Visitando cualquier red social durante el día te enterabas. Había muerto porque sus frases se dispararon una y mil veces por la gran telaraña que los humanos hemos construido para atraparlo todo. Casi.  Todo atrapamos menos esas vivencias que Galeano cuenta sobre fútbol y la vida que a uno le hacen querer ir al fútbol y a la vida de vuelta, a la ¨recuperación semanal de la infancia¨ como escribe Javier Marías, otro intelectual que se metió a explicar este juego de bestias. Eso es difícil vivirlo a través de una pantalla.

Era un partido diferido del fin de semana entre el Barcelona y el Quito, uno de los clásicos más pintados en los futbolines de pueblo, después de Barcelona vs Emelec, y Barcelona vs Liga claro está. Como en muchas ocasiones, era el Quito David y Barcelona el Golliat. Los quiteños han vuelto a la vida este año con un equipo remendado como pantalón de pobre. El Barcelona no se cansa de gastar los dólares de la fortuna Noboa en juicios y estrellas. Pero en la cancha, como decía ese uruguayo de izquierda que acercó el fútbol a la literatura, esas diferencias desaparecen.

Era de esperarse un partido a la uruguaya, mucha carne y huevos. Los dos entrenadores más algunos jugadores claves en cada equipo vienen de ese país pequeño que abastece al mundo de parrilladas y jugadores aguerridos si quiere. Ese fútbol nos gusta a los ecuatorianos porque sabemos que garra es lo mismo que ñeque, lo que nos enseñan desde pequeños nunca debe faltar. El Quito ganó con una alta dosis de testosterona pero mereció también la gloria en esos chispazos poéticos del Mago Salas, un jugador de esos que Galeano culpa al mercado por su extinción, donde al igual que en otros ámbitos de la vida, la uniformidad, la eficiencia, la eficacia, y la reventa, van matando a los diferentes, a los artistas, a los salidos del molde.

Era de suponer que improbablemente a las 6.30pm estaría almorzando un seco de pollo exquisito en el Estadio Atahualpa en un día tan extraño como hoy, cuando volvía del trabajo con hambre y cansancio adulto, y mi viejo, como si yo tuviera otra vez siete años, veía esa pereza de lunes en mi cara y decía feliz, vamos al fútbol! Vamos.


Era lógico también que me acuerde de la anécdota que cuenta Galeano sobre el minuto de silencio en el estadio Atahualpa, cuando se pidió el respectivo tiempo de respeto para la madre del señor árbitro que había fallecido, y en eso salió desde las tribunas un grito cargado de esa sal quiteña que le decía
 ¨ Pita bien huérfano Hijo de Puta.¨

Era Galeano un escritor futbolero que quiso ser jugador de niño y una Latinoamérica más justa de jovén, como casi todos los niños que algún día fuimos de la mano de nuestros viejos a ver todo lo que hay en un estadio.