Las vi a ellas, en mi barrio para variar. Sus placas recordaban un recorrido que ha desembocado en un escenario local, por imposible que se pensó. Faltaba una, pero ya quedó para siempre. Así sucede con la repetición, ni se diga tres veces.
Razones suficientes hay para contentarse, también las hay para no. Entonces ahora olvidarte, solo por hoy, por un instante, cuando estés repartiendo abrazos quizás. No existe la rendición de cuentas, cada momento debería ser eso, una respuesta a algún problema. La desconfianza quiere curarse con las cuentas, con las explicaciones extraídas de manuales, con las reglas inventadas al fin. Esto no quiere decir que al tener una estrella todo esta bien, mucho menos tres. Si el equipo consigue algo que lo llene de socios, de amigos, mas que extirpadores de su prestigio, aportaríamos con la grandeza de la fuerza humana, seriamos como esa fuerza oculta que ocupa tres cuartos de la población de esta ciudad de millón y medio. Son tres nada mas ellas, deberíamos ser miles nosotros.
Ver el símbolo de todo lo que representa la copa es querer buscar una excusa para lo que a uno es importante. Unos dirán que es la fuerza humana, que el trabajo juntos, que la tradición, o la coyuntura, yo digo que un día realmente veremos que nos ha pasado, con las copas en las manos, levantando hasta los dos mil ochocientos metros, cerca de lo lejano que nos rodea y nos contiene, el universo donde seguro el nombre ya sonó.
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