jueves, 6 de agosto de 2015

El pequeño Buddha

Se la debía hace rato, pensando en títulos como ¨lo mejor que le ha pasado al fútbol ecuatoriano,¨ El Loco de la gente¨, o ¨el reality del fútbol.¨ Pero como las cosas son extrañas ahora escribo por una queja. Escribo contagiado quizás por el ambiente en el país futbolero, comercial, político, donde ahora la sal es la queja. Escribo pensando en la sal que le pone el loco en este momento de quejas desde su programa de radio cantando, ríendo, donde el fútbol es solamente una excusa para escucharnos, conocernos, como lo es en la vida real. 

Un día cualquiera uno cambia el dial y se topa con un verdadero emprendedor social, un visionario de la comunicación, que llevó descaradamente lo cotidiano al aire de las radios deportivas de esta ciudad, que necesitaban airearse. Es un reality de su vida, todos estamos pendientes de la carrera de su hijo Emiliano en el fútbol juvenil de Afna, o de los juicios con la dinastía Machado. Pero la plebe goza, como él la llama bien, ¨La chusma¨, ¨el proletariado¨, etc, y ya se hartó del mismo análisis del partido y las mismas preguntas y respuestas de los jugadores y periodistas que siguen e imitan los discursos de las cadenas internacionales.  

Provocar es educar, y este loco como muchos otros nos enseñan a reír, provocando, hablando huevadas, pero también demostrando que sabe de fútbol lo que se aprende en la calle o en la cancha, lo esencial. Por eso su lado nacionalofilo cala en el populacho y sus argumentos gustan frente a los sabios que nunca han pisado un cesped, porque defiende nuestra identidad y cuestiona al añiñado de ¨Taufic¨ que no come hornado, no como uno que es bien criollo, como la masa, como la plebe. Y la plebe goza, se ríe como se ríe Taufic, porque ya hasta los aniñados hablan del Loco. Y es que este reality es el de nuestras vidas, de nuestro amigo loco que quiso ser futbolista profesional pero no pudo, que dice cosas deschavetadas, estrafalarias, plazuelas, que celebramos porque cambia una realidad aburrida y repetitiva,que habla de lo que en verdad nos mueve, las mujeres, la noche, el éxito, el trago, la educación de nuestros hijos, la maldita fama. Este loco que ha hecho que lo demanden y de eso un chiste, es un poco genio. 

Hasta que un día le sale su locura oscura ,entre risas y risas repasa las imágenes de anoche de un River campeón y se acuerda del pasado, ese de gloria del bi-tri, de un equipo de Blanco que si fue campeón de América, que le hierve la sangre, siente envidia insana, demente, pero se refugia en ese pasado, en las risas, que siempre fue mejor. En ese entonces en River jugaba Salas o Francescolli si, pero no se acuerda que aquí también se quedaban los mejores, que no salían tanto como ahora. Emigran todos los artistas al escenario principal, al mejor pagado, al más difundido, pero eso no quita que emerjan nuevos talentos, con el mismo nivel, sin la trayectoria aun, sin el nombre, sin la marca, para acá ya nos lavaron el cerebro y solo queremos marcas. Marcas millonarias que en la final de clubes con todo eso a cuestas no siempre ganan y se les da pelea. Es muy fácil pensar que el fútbol ecuatoriano o latinoamericano era mejor antes de la fuga de talentos a Europa, muy autoreferente de la gente que vivió esa época, injusto con los que ven hoy las cosas desde su presente joven y su futuro intacto. Si se van de acá los mejores a Europa es porque de aquí salen los mejores, esos que tenemos que seguir valorando en los estadios pequeños, sin la última tecnología, pero igual bellos. 

El loco solo se acuerda que antes era más dificil y no se acuerda que Liga la ganó hace ya un rato a la Libertadores. Desmerece a Liga, nos hace reír, dice que Cristiano Ronaldo jugó displicente pero no se acuerda de las puteadas con William Araujo, cuando se encararon el jugador más guapo y el más feo del planeta, el que manejaba un San Remo y el que regala Bentleys. Pero eso es el fútbol, borra diferencias, Latinoamérica siempre fue el retador y Europa el campeón reinante en los ojos de ellos, quizás el leido y viajado de Esteban Avila le puede contar de la teoría de la Hegemonía de Gramsci, aunque este Loco seguro se la sabe, algun marxista se la contó en la Habana o Miami. Esa visión del mundo te la meten por el fútbol a las masas, por eso dicen ¨un estadio a nivel europeo¨, sin olvidarse que si quieren tecnología de punta está Asia, y si quieren diseño está América. Pero allá está el billete, y todos somos un poco herederos de la doctrina de Vito Muñoz que desde hace décadas habla del dinero millonario en el fútbol, pero ya vieron lo que ha hecho a los niños ecuatorianos ese Don dinero, el verdadero jefe de Blatter, el que titiritea a ¨las mafiaaas¨, como vociferaría el loco para ponerle sal a nuestra mañana aburrida, dándole el primer lugar en rating a su radio. 


Espero no les pase como dice Bielsa pasa con el éxito, cuando las vanidades individuales sobrepasan el objetivo común, en su caso aportar al fútbol ecuatoriano o al menos no lucrar de querer destruirlo. No nos olvidemos lo que le pasó a Perú luego de su generación de oro.  No les llamé en su mejor momento sino hoy que me cabreó el menosprecio por el partido más importante para nuestro fútbol de clubes en la historia, el Liga vs Manchester, y la lámida a todo lo que es Europeo, como ese pinoccho Van der Sar que conoció a un Piojo Salvaje no Manso, que le pagaban menos, muchos menos que a todos esos bulldogs ingleses, pero que los mordió y casi se les mete en la casa. Pero igual llamaba por felicitarlos, porque soy de este pueblito humilde y roñoso, pero honesto que les cambio por los sabios del fútbol de las otras radios. 

En fin, tantas cosas que hablar, pero han sabido colgar sin avisar también cuando se pican, pero me quedo tranquilo, me río un poco, porque bien sabe el loco que el que si pica pierde. Mejor ni le hago acuerdo como ganó tanto el nacho con ¨ayudas extras¨ en ese pasado que tanto añoran, mejor no le menciono las ventajas que tenían en los ochenta, mejor le digo que siga adelante y que si lo meten preso Quito lo saca, o le manda cualquier chaulafancito en tarrina. 






miércoles, 10 de junio de 2015

Ropa sucia

A nadie le gusta que le digan que hacer. ¿ Es parte de la rebeldía del mundo ? ¿ Porque nos dicen siempre como, cuando, donde,  porque? Ese césped suele estar siempre más verde al otro lado porque hoy lo espiamos hasta con drones. Es esa hiperinformación sobre donde pasearon los nuevos ricos lo que parece volver loca a la gente de bien. Es esa pantalla reveladora de realidades diferentes cercanas. Aparte del dilema absurdo, los ricos trabajan, los pobres son vagos, lo que se ve en las pantallas es pura envidia. Ve como trabaja un conserje de escuela, un cargador del mercado, un agricultor, un chofer de bus. Lo que te duele es el pedazo de torta que ya no te toca.

Ese don, nadie, puede ser un día el presidente de la república. Habrá llegado a tener el poder y el dinero pero el odio y antipatía del resto. Así somos aquí, lo dijeron en la radio del loco. Lo mejor que ha pasado es personajes que representan al pueblo loco. Pero el presidente habrá llegado a personificar ese descontento de unos por solo trabajar y trabajar por acumular. Habrá llegado a personificar ese clamor popular por justicia social. Mientras, otros pasean. Entonces porque no paseamos por las islas Galápagos que están en tanto o mayor riesgo que las herencias. Porque no nos enardecemos tanto con este tema. Porque no salir a caminar al parque y ver aves de todos los colores compartiendo espacio y recursos en esta tierra bendecida maldita. Porque no pensar en la desigualdad que sume al vago en injusticias como tener que viajar 4 horas diarias en un transporte de mal servicio para que después de haber descansado poco y trabajado 10 horas para alguien le pague lo mínimo posible. Y eso. Otros viajan media hora subidos en sus herencias importadas por una autopista hecha para ellos con plata de todos, incluso el infeliz que ahora es una sardina del sistema cuatro horas de su vida al día. La selección femenina sabe de viajes largos en bus y esta compuesta por personas nobles que comparten el fútbol con otras actividades. Llevan como emblema sus acciones del día a día para ganar un espacio para la mujer en un mundo donde la torta ni se les ofrece, donde son pobres de oportunidades iguales. Piensa que la selección femenina son los pobres vagos que no tienen las oportunidades iguales que los varones. Son parte de esa federación, representan al fútbol de esa nación. ¿No sería justo que los que también representan pero tienen muchos recursos para hacerlo compartan?


La copa de la región más desigual del planeta se jugará en Chile entrando al frío invernal porque asi lo impone el mercado del fútbol mundial.  Se juega en un país con la formula de mercado de los Chicago Boys, donde al igual que en Rio de Janeiro, o en Quito, en un viaje de 30 minutos ( 2 horas para el vago ) pasas de un estilo de vida de la elite de Suiza a algo parecido a un slum Camerunes. Son esas las diferencias que molestan, que confrontan, de lado y lado, con robos armados o a través de reglas de mercado. Que alguien quiera repartir más la torta no molesta, sino que se lleve el pedazo mayor, que me toque menos. Esa ropa sucia no la mostramos.

lunes, 13 de abril de 2015

Era futbolero

Era casi una obligación de quienes leímos ¨fútbol a sol y sombra¨ ir hoy al estadio. Galeano, Eduardo, su autor, volvió muchas veces hoy después de su fallecimiento a vivir, en nuestras bocas, en sus palabras futboleras eternas.

Era un lunes de esos raros hoy, donde el fin de semana aún no te deja libre, se mete en el estómago y en la cabeza, en esa sensación de exceso, de falta de descanso. Visitando cualquier red social durante el día te enterabas. Había muerto porque sus frases se dispararon una y mil veces por la gran telaraña que los humanos hemos construido para atraparlo todo. Casi.  Todo atrapamos menos esas vivencias que Galeano cuenta sobre fútbol y la vida que a uno le hacen querer ir al fútbol y a la vida de vuelta, a la ¨recuperación semanal de la infancia¨ como escribe Javier Marías, otro intelectual que se metió a explicar este juego de bestias. Eso es difícil vivirlo a través de una pantalla.

Era un partido diferido del fin de semana entre el Barcelona y el Quito, uno de los clásicos más pintados en los futbolines de pueblo, después de Barcelona vs Emelec, y Barcelona vs Liga claro está. Como en muchas ocasiones, era el Quito David y Barcelona el Golliat. Los quiteños han vuelto a la vida este año con un equipo remendado como pantalón de pobre. El Barcelona no se cansa de gastar los dólares de la fortuna Noboa en juicios y estrellas. Pero en la cancha, como decía ese uruguayo de izquierda que acercó el fútbol a la literatura, esas diferencias desaparecen.

Era de esperarse un partido a la uruguaya, mucha carne y huevos. Los dos entrenadores más algunos jugadores claves en cada equipo vienen de ese país pequeño que abastece al mundo de parrilladas y jugadores aguerridos si quiere. Ese fútbol nos gusta a los ecuatorianos porque sabemos que garra es lo mismo que ñeque, lo que nos enseñan desde pequeños nunca debe faltar. El Quito ganó con una alta dosis de testosterona pero mereció también la gloria en esos chispazos poéticos del Mago Salas, un jugador de esos que Galeano culpa al mercado por su extinción, donde al igual que en otros ámbitos de la vida, la uniformidad, la eficiencia, la eficacia, y la reventa, van matando a los diferentes, a los artistas, a los salidos del molde.

Era de suponer que improbablemente a las 6.30pm estaría almorzando un seco de pollo exquisito en el Estadio Atahualpa en un día tan extraño como hoy, cuando volvía del trabajo con hambre y cansancio adulto, y mi viejo, como si yo tuviera otra vez siete años, veía esa pereza de lunes en mi cara y decía feliz, vamos al fútbol! Vamos.


Era lógico también que me acuerde de la anécdota que cuenta Galeano sobre el minuto de silencio en el estadio Atahualpa, cuando se pidió el respectivo tiempo de respeto para la madre del señor árbitro que había fallecido, y en eso salió desde las tribunas un grito cargado de esa sal quiteña que le decía
 ¨ Pita bien huérfano Hijo de Puta.¨

Era Galeano un escritor futbolero que quiso ser jugador de niño y una Latinoamérica más justa de jovén, como casi todos los niños que algún día fuimos de la mano de nuestros viejos a ver todo lo que hay en un estadio.

domingo, 8 de marzo de 2015

El Juego del Silencio


Si Maria Montessori viera estos silencios notaría que lo juego bien. Me quedo en un pensamiento que no existe,  busco el no ser. Escucho a lo lejos a la ciudad seguir rápidamente el curso del progreso urbanizador ruidoso. Escucho un aguacero de frases inteligentes e interesantes por todos lados que me asfixian en realidad. En esa realidad de un mundo lleno de estridencias a las que desafiar si son injustas, en las calles, en las pantallas modernas, en las cabezas de las personas. 

Eran las 5pm,  Quito día 6 del mes 3. Otra semana se acababa mientras mi bicicleta me escampaba en la Av. Colón y 10 de agosto bajo un árbol enorme del Palacio de la Circasiana en la vereda.  A nuestro alrededor llovía una cortina gruesa de agua pero la luz necia asoleada como sabe ser en nuestra ciudad. Por un lado asomaba el Sol y por el otro las tinieblas. Mi bicicleta quería ser un Diabluma para no darle la espalda al Sol con sus dos luces de seguridad titileando nerviosas. Mientras, nos cobijaba el árbol del Palacio y me mostraba su belleza en medio del ruido de los autos y buses que pitaban desesperados, y el silencio triste y alegre, parecido al clima, que teníamos con mi bicicleta.


Prendo la radio para decepción de María, no logro quedar en silencio escuchando el caer de las gotas en la vereda pensando en la carrera, el partido, en ella.  En el fondo sabía que iba a correr, que iba a querer ganar, que iba a perder.  Se había retrasado el inicio de la carrera. Hasta dar con la dirección donde partían los silenciosos caballos de acero, escuchaba como el juvenil Naula le hacía el segundo gol a Argentina y ganábamos. Ya escampaba en un techo de un edificio donde varias personas resignadas miraban esa tarde de colores raros en el cielo, con paquetes y niños deseando subir a un auto. Parecía que el mundo se acababa como vaticinamos cuando discutimos. Parecía que el mundo comenzaba para los jugadores de la sub 17 que ganaban en suelo ajeno. 

Una serie de quiebres en mi razonamiento como .. las cosas cambian, las personas, el clima, los gustos, los miedos, hicieron que me decida a correr. Bajó la lluvia, subí el volumen,  me acerqué a la salida como si ese fuera mi destino y no podía hacer nada para evitarlo. Escuchaba la canción de Cerati que habla de alejarse de la especie para crecer. Me alejaba de mis gustos cómodos de viernes en la tarde para buscar un reto que en otras épocas habría concebido absurdo. Apenas llegué el organizador de la carrera dijo que faltaban 2 minutos para salir, gritó a todos ciclistas que el sacaría del sobre el nombre del primer lugar de los 5 que debíamos recorrer para cubrir los casi 25km de vuelta a la ciudad en medio de un tráfico demente de viernes a las 6pm con lluvia, truenos, y sol.  


Pensé en el silencio como algo sagrado ahora que sé que Montessori  lo jugaba con niños para desarrollar otros sentidos, e incluso la intuición, ese sentido que presiente. Presentí que estaba en un camino turbio que al final del fin de semana me encontraría con una calma diferente.


La carrera empezaba en medio del caos. Casi 40 de los cuales 24 llegaron al final salimos después de recibir pitazos de un BMW principalmente y un chorizo de autos que no entendían a esos ciclistas locos que no se movían hasta esperar la largada bloqueando la calle que juran les pertenece sólo a ellos.  Mientras más pitaban los autos mi angustia aumentaba, empezaba a dudar si correr la carrera de dementes sería una buena idea después de recorrer la ciudad en el día. Pero algo pasó. Levantaron las manos todos los ciclistas dándole la espalda al ruido, guardando un silencio culpable, y luego gritaron como pidiendo más y más ruido, más y más angustia de vida enlatada, como un impulso para su libre pedaleo. 

Me llené de desquicio con tres o cuatros miradas desafiantes: bicicletas sin marchas ultra livianas  urbanas, y veloces, montañeras adaptadas, ruteras clasicas ochenteras reparadas, las con canasta y parrilla para los emprendedores sociales, bicicletas para admirables mujeres Carisihinas. Me subió una emoción parecida a un pitazo inicial, me embargó el olvido de mis problemas.  Que mi nombre sea tan común en una ciudad donde la bicicleta aún no lo sea me orgulleció, recordé saber los recovecos y atajos, las caras de las señoras de los puestos de caramelos, las miradas eternas que me da esta ciudad cuando la recorro añorando los mejores años.

CAC decía la pancarta que el Barbudo sacó como si fuera Polo Baquerizo deslizando el papel de arriba a abajo hasta desesperar a todo el tráfico de la Amazonas y Wilson.  En mi vuelta del día había pedaleado cerca del Centro de Arte Contemporáneo pensé, mientras salía al final del pelotón calentando nuevamente cuádriceps, pantorrillas, con respiraciones profundas de fuego y exhalaciones renovadoras. Me desintoxicaba del odio a mi ciudad, protestando de forma divertida, en rebeldes zigzags al sistema de movilidad dictado por los precios de la gasolina y los autos, cagando en el negocio, arriesgando nuestras vidas para ejercer nuestro derecho a la calle y a la resistencia. 

Piñon tres para rebasar a unos cuantos que después de 5 cuadras entendieron que salir a toda madre no dura para siempre. Mientras recuperaban su aire yo iba de menos a más rebasando hasta que vi a los punteros que curvaban hacia la derecha en la avenida Patria. Decidí acortar camino por el parque del Ejido haciendo una diagonal que me llevo hasta la subida de la antigua escuela Espejo cerca a la calle Versalles donde vivían mis abuelos. Desde ahí trepé hasta pasar la América parado hasta doblar a la izquierda más arriba para darle con todo en la recta que lleva a la esquina de arriba del Colegio Mejía desde donde se sube al antiguo hospital militar, ahora centro de arte. Asomaron más ciclistas en esta recta y sentí el presión de la persecución, sentí el respirar de alguien que quiere lo que yo también quiero en la oreja, sentí disfrutar la competencia y como me empujaba. 

LLegando al CAC escribí mi nombre en el puesto 5 y salí motivado hacia las calles arriba de las Quesadillas de San Juan. El letrero que me mostró el encargado del segundo punto decía Parque de la Mujer. De regreso por las calles de atrás del CAC arriba de la América noté que el 6 y el 7 de la carrera me seguían así que pedalee con mi vida, con lo que me quedaba de aliento, como si dependiera de eso mi existencia, como si fuera una persecución entre un ratón y unos gatos.

Esta carrera se llama Gato de callejón pero en inglés, AlleyCat Race, y es practicada en muchos lugares del mundo por mensajeros y activistas de la bicicleta. Yo era un ratón con luces rojas y blancas en la cara y la cola, una cabeza grande como un casco en forma de champiñón, unas extremidades redondas,  un esqueleto azul de aluminio y aleaciones livianas. Los gatos eran tres que me seguían sin saber que al subir me alejaba, que no encontraría modo de pasar por la parte de arriba de la Universidad central y tendría que bajar por la calle Bolivia todo lo que trepé en vano. Pasé frente a la asociación de árbitros y las hamburguesas metaleras de la central en la Av. Bolivia y Av Universitaria raudo. Me dirigí hacia el redondel del teatro en la nueva pileta sin acordarme que en 1998 me bañe ahí en licor cuando la U fue campeón. Dejé atrás un poco más de pasado pedaleando todo norte en la Av América, trepé cerca de la Cuero y Caicedo hacia el Pichincha y luego atravesé La Granja hasta llegar al punto más alto de la carrera, a unos 3000 metros de altura, en puesto 9, cansado pero contento, y con la misión de ahora bajar hasta el Parque Bicentenario.

El descenso fue de animales salvajes. Nos olvidamos que éramos humanos y tenemos madres. Parecíamos buscar la muerte por una medalla que representa el orgullo de desafiarla. El gringo que me seguía porque no sabía donde quedaba nada andaba en su bicicleta urbana de dos marchas sonreído ante tanto irrespeto, tanta rebeldía e irresponsabilidad junta. Unos bajaron en contra vía, otros en el parter del medio. Llegando a la América doblé hacia el carril de la mitad y gané tiempo en todos los pasos deprimidos. Me deprimió pensar en ese nombre, en que existen en las ciudades como en nuestras cabezas esos bajones, así que pedalee con todo lo que me quedaba adentro, las iras, los recuerdos insistentes, las dudas, los celos, las derrotas, las emociones más bajas, las toxinas que luchaban en mi sangre con el oxigeno que respiraba como fuego, como queriendo quemar otra vez un año. 

Saliendo del intercambiador del labrador pensaba en el cansancio, en la soledad, en lo oscuro que estaba ese lugar que en otro momento a esas horas tendría gente llorando en las mallas, cuando antes era ahí el aeropuerto. Pensé en parar, pensé en porqué estaba haciendo eso y no jugando o viendo fútbol, pensé en que el mundo giraba como las manzanas de todas esas ruedas, con impulsos animales que a veces no entendemos.

Llegué a lo que antes era la salida internacional. En el lugar donde hay una plazita había otro tipo con otro sobre. Lo develó. El siguiente punto era un local llamado Green Choice, o elección verde, como esto rodar, pedalear, volar. Conocía el lugar exactamente, había comido una ensalada ahí no hace mucho. Sabía la ruta ideal en mi cabeza,  había entendido esa parte del juego donde prima la planificación paciente y no la velocidad pura. Recordaba porque conocía ese lugar mientras me acercaba estrepitosamente por la Av Amazonas y luego la Av. Shyris respirando el humo de buses y esquivaba a cientos de mensajeros en moto que salían de cobrar cheques en los bancos del sector. Pensaba en la vuelta que estamos dando a Quito, sabiendo que íbamos de regreso, que pasaríamos por esas arterias taponada que atraviesan las Naciones Unidas y el sector de los centros comerciales, el estadio Atawallpa, el hipercentro lleno de edificios, Universidades, restaurantes, cines, parques, y vecinos hartos de tanta ciudad, mi barrio.

La música de mis audífonos se apagó por falta de batería así que otra vez jugué al silencio. Las canciones me las cantaba mi subconsciente ahora, mi alterego exigía dar todo de mi, querer ganar hasta el final, enseñar lo que había aprendido de mi padre, del fútbol, el ñeque, la garra, los huevos.  Entonces quizás yo creía en los cuentos donde al final del gesto heroico habría una recompensa, una mujer que me quiera por siempre y por eso pedaleaba inconscientemente en un acto suicida de desesperación.  Me divertía. Quizás estúpidamente soñaba con eso mientras llegaba a Green Choice al pisar la baldosa mojada de la entrada y suelearme cayendo como costal de papas en mi cuadriceps contracturado, dándole drama y vértigo a la infame carrera de un puñado de bestias. Mi caída no saldrá en las revistas de deportes de moda pero la recordarán el César, dueño del local, y sus ayudantes, que recordaré grato porque uno me dio agua y la otra una sonrisa de aliento. Nervioso mojé mi cara y tomé agua por los poros mientras salía temblando al punto final, el inicial, la Wilson y Amazonas. 

Escogí volver por la Diego de Almagro, atravesar la Flacso, la Ciespal, el Circulo Militar, y pensar en ella. No quería pensar así que respire profundo, unas últimas veces más, llegando a ese cansancio adormecedor, entrando al estado de conciencia superior, ese en que uno siente todos sus músculos cuando sabe que ha ido más allá, que no ha sido un día más ni un día menos, sino un día diferente. Ese cansancio que a uno lo hace sentir bañado por estrellas percibía mientras una garúa nos recordaba guardar y valorar el silencio, escuchar a la naturaleza un poco más, un poco mejor.

Ese último baño de sudor al llegar se lo dediqué a todos los que aman la bicicleta, que son muchos pero muy pocos en mi ciudad. Los miré de cerca a los ojos, les quise ganar pero no pude. Me venció el tiempo. El ganador fue un guambra de 15 años que hace cross y bici cross como pasatiempos. Atrás de él un puñado de veinteañeros que seguro usan la bicicleta todos los días y una gringa robusta que parecía escaladora Noruega.

Séptimo escuché susurrar en la meta antes de confesarles que no me había inscrito legalmente, que corrí de espontáneo a último momento. No les importó mucho mi alegría o mis excusas por no haber pagado los 10 dólares de la carrera. Me invitaron unas cervezas. Escuchaba atento mucha música, risas, penas, premios, vidas alrededor de la bicicleta. Al regresar a la casa pedaleando en el silencio de la noche escuché más que ruidos intuyendo el final de una etapa.  Intuí sentir diferente, captar las cosas de ahora en adelante sin querer entenderlas, inspirarme al fin en alguna carishina de esas fuertes, pedalear a una plaza con música para las caderas.



















jueves, 22 de enero de 2015

Viva el Muerto

El otro día escuche ¡viva el muerto! en el cumpleaños del muerto.

Hoy Ecuador está muerto. Futbolísticamente fallecimos esta noche sin jugar, mirando. Dependimos de otros al final. Fue una muerte lenta de 90 minutos, injusta como todas. Fue una muerte de otros, de otros tiempos, de vidas ajenas, como esas que husmea la gente en internet o en un parque. Fue un empate medio transado entre incas y guaraníes que nos dejó fuera.

Fue al equipo juvenil de Vizuete con más cartel de los últimos tiempos al que le pasó esto, cuando todos sus partidos había jugado y dependían de Perú y Paraguay para seguir con vida.  Un paraguay al que le habíamos ganado en el minuto 88 con gol de un defensa de Liga Cangá, y un delantero Parrales hijo de ex futbolista manaba, que militó en el Villareal de España y en el Nacional en los últimos dos años en su formación como juvenil. Esta sub 20 de Vizuete juega bien y por momentos es excelente, tiene varios jugadores de primera división.  Hay abolengo, hijos de glorias como el de Pepe Pancho Cevallos o Robert Burbano. Cuatro están en clubes europeos, varios jugaron el mundial sub 17.  Cevallitos es un gran mediocampista, una mezcla de lo mejor que ha producido esta tierra, un Hamilton Cuvi con visión, grandote y recuperador de balón como Nixon Carcelén o Alfonso Obregón, una garra a lo Edwin Tenorio,  y cabeza fría como Segundo Alejandro Castillo. Jugadorazo. Un cinco que parece diez. Fue compañero de Pirlo. Pero estamos muertos en la cabeza.

La cabeza ha hecho y hará cosas buenas y malas por nuestro fútbol, ese no es el problema.  Declaró Sixto Vizuete que el equipo viajó incomodo y jugó sin descansar contra el favorito para luego jugar a día seguido con todos los que venían descansados. Si y no. Lo que pasa es que el calendario le hizo jugar desde las gradas la última fecha. Lo que pasa es que Perú nos ganó bien o mal en la kancha y nos dejó afuera, porque todavía jugamos contra doce frente a Argentina y Paraguay, y esas cosas en el fútbol hace rato que no cambian por más de 16 años. Pero en esos detalles podemos dar ventaja. El resto es mérito de la cabeza y sus partes, del proceso, y de como es esto, porque así es el fútbol.

El famoso eso en fútbol se refiere a lo inexplicable que la mayoría de jugadores e hinchas atribuyen a Dios, la suerte, o a la vida. Aunque que en términos de equilibrio quizás representan una división, una pelea interno, una lucha que no permite la armonía, la que brinda resultados, un conflicto que se puede reflejar en una mala suerte que puede durar décadas, pregunten a Perú, Bolivia, Colombia, pregunten lo que dice Bielsa del éxito, la vanidad y disputas que genera.


Cuando Cangá le hizo el segundo gol a Paraguay el mundo estaba al revés como dice Galeano, Ecuador ganaba a última hora con gol de cabeza, de favorito pasaba a muerto a revivir con el Gol del jugador mas triste y enojado de la cancha, proveniente del equipo rival del presidente, un juvenil que había debutado en la selección absoluta y en Liga fue titular toda la primera etapa del último torneo, el capitán del equipo designado por Sixto, que le daba la razón una vez mas ante todos los que lo quieren ver fuera y creen ese discurso mediático que todo esta mal y se necesita algo nuevo, que estamos en nuestro peor momento, agonizando. Casi se nos muere el fútbol por de disputas internas entre dirigentes que se quieren arranchar el éxito, y por eso en esta ocasión merecemos quedar fuera, porque el fútbol, como muchos otros ámbitos donde hay poder, está fraccionado, enfrentado.
Pero Adelante, la vida continua, dijo Pepe Pancho por tuiter felicitando a su hijo y los cracks derrotados.

Escuché ¡Viva el muerto! justo antes que alguien lo grite en la fiesta del muerto esa vez en mi cabeza. Luego hoy cuando agonizaba el equipo de Sixto Vizuete injustamente, cuando la guerra mediática finalmente derrotaba a un puñado de guambras soñadores, con su capacidad de registrarse en el imaginario colectivo, en las energías del universo que conspiran en forma de azar en la cancha, esas ganas que tenia tanta gente que nos vaya mal.



miércoles, 10 de diciembre de 2014

Papa Noel: El Redondel del Ciclista

Despertamos por un estallido asustados.  Pensé que estaba en Syria y me llamaba Mohamed, que era una de esas doscientas mil casualidades de esa contienda. Aquí también se dan bala los opositores y los seguidores del gobierno central, pero este estruendo vino de una fuga de gas de uso domestico, que probablemente se acumuló en una habitación hasta no caber más y volar, aqui cerca del estadio Atahualpa.

Las alarmas rompieron en llanto, los ventanales en añicos, cayeron al piso a las seis y cuarenta aproximadamente, mientras me acordaba donde vivo, quien soy.  Me acordé de ese librito (librazo) azul y naranja que habla de poetas y guerreros chinos de O. Paz, que me hace pensar a Confucio confuso:  La ciudad se parece tanto a la forma de vivir que seguro hay un arte que lo evidencia como una cacofonía. Podría ser el arte de la guerra de Sun Tzu, de la China de la pólvora, del premio y castigo moralista de Confucio. Rechazo esto como el poeta Chuang-Tzu, al que le repugnaba la arrogancia de aquellos que saben lo que es bueno y lo que es malo, instaurando el régimen del terror de la rigidez de conceptos, esa que formó el ideal de sociedad, esa del progreso que funcionó dos mil años. La otra opción es la del poeta Chuagn-Tzu, que planteaba una sociedad de seres ermitaños, oscuros, regida por la naturaleza y sin miedo a la muerte, fuera de la guerras de la polis, imposible.

Afuera de la casa soportamos el pasar de los autos a toda velocidad como en zona de guerra, volquetas, motos que pitan, perros callejeros y caseros, con el evento todo multiplicado por diez con curiosos, vecinos en pijama, el helicóptero de la policía sobre volando el área, sirenas de bomberos como música de fondo, ese sol que sale perezoso a las ocho.


Las escaleras del mirador bajan desde la calle Guanguiltagua hasta la Avenida Eloy Alfaro en un parque lineal de unos trescientos metros ubicado diagonal a la calle Correa, la que sube adoquinada desde el estadio. Las gradas donde el legendario boxeador ecuatoriano La Cobra Buitrón entrenaba con tobilleras de cuero con pesas subiendo y bajando mil veces desde la Av. Eloy Alfaro. 


Estaba lleno de curiosos y canales de televisión por el edificio donde el estallido sucedió. Confirmo que al bajar ya no hay tanta vista como cuando La Cobra entrenaba, y los pecho rojo volaban en bandada.  Quito era otro, una maravilla mundial de verdad.  Ahora se bloquea el cielo o se dinamitan montañas por todos lados para construir algo moderno, funcional para los autos, y la ciudad que está en guerra con su pasado, se está gentrificando. 


El redondel del ciclista era más que una geometría obsoleta para el mundo moderno, ese monociclo (escultura) gigante que uno veía la llegar a la ciudad rompía con todo el paisaje y el caos de una ciudad producto, nos daba esa breve ilusión que el auto(combustible) no es el ser supremo en la ciudad, sobrevivía esta guerra con arte.

martes, 2 de septiembre de 2014

Hombre Nuevo

Por eso el Avila se fue a Australia. Porque en la tienda se cola en la fila un tipo con zapatos blancos con taco mientras una señora quiere pagar todas las cuentas de la familia que anotó en un cuaderno pero no entiende. Esa vez Ecuador jugaba y fui en el medio tiempo a la tienda para despejarme, despegarme, pero volví peor. Pensaba caminando de regreso de la tienda, se fue a Australia ese pana porque aquí la gente es una mierda y no respeta. Somos una mierda. Subimos autos a las veredas, Nos colamos en la fila de la tienda, del banco, en la parada del bus, nos peleamos entre peatones, ciclistas, autos, vecinos, taxistas sin vuelto.

Pero no es necesario irse al otro lado del planeta. Quizás es solo Quito el problema, una ambigua metrópoli pueblo. Uno pasa el primer peaje fuera, la gente ya no es tan de mierda. Uno para en Salcedo por un helado, bota el palito en un basurero en forma de payaso, sonriente. En la tienda se respeta la fila, que ni hay, ni alguien pagando cuarenta cuentas de luz, teléfono, agua, ni tipo con zapato de taco bajo blanco.


Hay que renovarse como Wellington Sanchez, jugador longevo con cuarenta que juega a gran nivel en nuestro balompié y es parte de la noticia grata del momento de nuestro torneo, tan venido a menos, tan en la mierda, que dan ganas de irse a Australia y ganarles cuatro a tres después de haber ido perdiendo tres a cero, por soberbios, por mierdas, en el primer tiempo. Porque cuando a uno se le muere un ser querido se siente tan salado que necesita un baño de agua bendita como esa de las cascadas que llevan nuestras penas saladas al mar.


Quizás el ¨viejo Willie¨ se bendijo con esa mística ancestral que vierten las cascadas alrededor del Tungurahua y por eso es un jugador nuevo, un hombre nuevo, el mushuc runa, que como el árbol más viejo da buena sombra al resto. Desafiando a la lógica del mercado como un árbol grande con raíces fuertes en una zona urbanizada. Quizás Wellington se renovó fuera de Quito, una ciudad moderna, donde todos tenemos auto y nos peleamos por las veredas con los peatones, nos gritamos, o las alarmas gritan, y nos colamos en la tienda saturada de gente que trabaja en oficinas de edificios que reemplazan a las casitas antiguas y con árboles con hormigón y espejos. Quizás esa veneración a la experiencia que la naturaleza nos enseña cuando las viejas orugas se convierten mariposas que vuelan en el tiempo es la que cerca de las cascadas le dio un último gran aliento a Wellington, le recordó que es de la generación de hombres nuevos que nos llevó al primer mundial en el futurista 2002 de Japón y Korea, que nació de la primera gran cantera de nuestro fútbol, esa que vio nacer otros árboles con raíces imponentes.


Pero pienso en mi barrio, en los viejos que se han ido, en el fútbol de hoy, ese que desecha a los veteranos como las ciudades a los árboles. Recuerdo con miedo a lo desconocido, el momento en el que vi al Tungurahua escupir fuego dos veces rugiendo, al recibirme, al despedirse, al recordarme el agua de la cascada renovadora, los árboles y los hombres viejos, inútiles para el fútbol, para la vida moderna.